sábado, 16 de marzo de 2013

Un trato con la muerte.

Mi amor, mi esposa, la muerte que ha aliviado la miel de tu aliento no ha tenido poder sobre tu belleza, y no estás vencida. La enseña de la belleza es aún carmesí en tus labios y mejillas y la pálida bandera de la muerte no ha llegado hasta ahí. Querida, ¿Por qué sigues siendo tan bella? ¿He de pensar que la etérea muerte se ha enamorado de ti y te guarda aquí para que seas su amante? Aquí...aquí es donde voy a poner mi descanso eterno y sacudiré el yugo de las estrellas enemigas de esta carne harta de mundo. Ojos, mirad por última vez. Brazos, dad el último abrazo. Y labios, que sois puertas del aliento, sellad con legítimo beso. Esto no es más que un trato perpetuo con la ávida muerte...

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