martes, 26 de marzo de 2013

Costumbres.


Escuché una vez, a un viejo decir en un bar que el hombre, con el tiempo, se acostumbra a todo. Se acostumbra a vivir en Laponia a menos de cuarenta grados o en Barbate a más de cuarenta. Se acostumbra a estar en una silla de ruedas, a perder un brazo, a no tener padre. Incluso a vivir en un puñetero barco en el fin del mundo. Decía ese viejo que era la estúpida manera de poder seguir siendo felices. Pero hay cosas a las que no te acostumbras ni con todo el tiempo del mundo. Ni te acostumbras al hueco del otro lado de la cama, nunca te acostumbrarás a no ver su sonrisa,  o a dejar de pedir dos copas en un bar. O a comprar dos entradas para un concierto. A no notar su olor, ni sus besos, ni a que se te reviente el alma cada vez que te mires al espejo y te das cuenta de que eres el gilipollas más grande del mundo por haber dejado escapar al amor de tu vida.

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